dijous, 10 de març del 2011

La primera noche en la masía...

El mismo día que nos entregaron las llaves, cargamos un colchón en el coche, una botella de vino, dos copas, algo de comida y ropa y algunos objetos de aseo. Luego con los ojos brillantes de felicidad, emprendimos el viaje.
Las curvas que ronronean en la montaña, en pleno verano, tenían un verde radiante, tan radiante como nuestras sonrisas, henchidas de pura satisfacción. Empezaba una aventura y resultaba muy emocionante.

Cuando llegamos a la Masia El Corral Nou ni siquiera descargamos el coche. Como autómatas embobados nos quedamos mirando la fachada, cogidos de la mano y con la boca abierta.
Luego, con manos temblorosas abrimos la puerta, la llave se ajustó perfectamente y entramos. Disfrutamos del frescor fragante de perfumes antiguos que salió a recibirnos mientras contemplábamos solemnemente nuestro sueño hecho realidad.
Aquella primera vez, tardamos más de dos horas en reseguir la casa, extasiados ante sus paredes, sus vigas, su patio y las lomas montañosas que se divisan desde cada habitación. El crepúsculo nos alcanzó en pleno descubrimiento e hizo desaparecer el calor externo mientras sumía la casa en la penumbra. Observamos aquel sol rojizo que pintaba el atardecer de cobre columpiándonos en un viejo balancín mientras el corazón nos latía con fuerza.
Pero cuando por fin tomamos conciencia de la grandiosidad y la belleza de la casa, también comprendimos el trabajo maratónico que habría que hacer y nos asaltó el desánimo. Empezamos a mirar con lupa cada recodo y descubrimos las telarañas de los rincones y los suelos deslucidos, el patio recubierto con una capa de cemento recalentada y la pérgola de cañizo que se caía a pedazos.

Habría que hacer baños y sacarle siete estancias a la casa, construir un porche, poner farolillos y darle alma. Un poco asustados, aún, decidimos sacar el colchón del coche e improvisamos una cama en una habitación gigante que estaba en el ala norte. Luego, nos sentamos en el patio y bebimos vino mientras la noche, bajo el resplandor tembloroso de las velas, nos acogía con su airecillo fresco y el canto de los grillos. La comida nos supo a gloria. Nada hay tan apasionante como un proyecto nuevo y aquella noche, Emanuele y yo nos sentimos flotar, ebrios de vida y de libertad.

diumenge, 6 de març del 2011

"El Corral Nou"

La primera anécdota no se hizo esperar.
 
Durante nuestro agotador recorrido buscando masia conectamos con una agencia profesional. El joven que nos acompañó a ver casas resultó de lo más encantador, hasta el punto que acabamos comiendo juntos y hablando de mil cosas distintas en nuestro peregrinaje por Cataluña. De hecho, era él que nos invitaba y llegamos a creer que éramos especiales y, sobretodo, a desear que fuera Xevi quien nos vendiera la tan ansiada casa.
Hacía poco que trabajaba en la agencia y se moría por estrenarse. Cada vez que salíamos de una visita me miraba a los ojos ansiosamente y requería una respuesta con un apremio entusiasmado que se convertia en desaliento cuando yo negaba con la cabeza.
 
-Pero... -se esforzaba en decir-. Pero no encontrarás la masia perfecta, todas tienen alguna cosa que no va y tienes que aceptarlo.
-Cuando demos con lo que buscamos, te lo diremos enseguida, es algo que se siente -respondía yo cortando de cuajo sus esperanzas.
 
Nos enseñó tantas que empecé a sentirme avergonzada y durante un par de meses se enfrió nuestra relación. Un día volví a llamarle. Xevi se sorprendió mucho, me confesó que pensaba que ya habíamos comprado la casa, ya que no era la única agencia que nos organizaba giras.
Xevi me informó que precisamente tenía un par de casas interesantes para mostrarme y quedamos para la semana próxima. Al día siguiente nos fuimos a Sitges y nos dejamos guiar por una oronda embarazada (tuvo gemelos) por el Parque Natural del Garraf. Después de serpentear por la carretera plateada que ciñe la montaña y que discurre entre pinos y matas de romero, creció ante nuestros ojos la silueta portentosa de El Corral Nou.
 
Cuando hechizados por la belleza de la masia del siglo XVII descendimos del coche, Emanuele se puso a gritar y a señalar con el dedo.
-¡Mira! ¡Mira! -insistia emocionado.
Busqué con los ojos un posible conejo, una serpiente o un zorro y no vi nada que me llamara la atención.
 
Luego levanté la vista y casi me quedo muda de asombro. Allà, al lado de un todo terreno negro que me resultaba muy familiar estaba Xevi.
 
Él no pudo contener su alegría y nos abrazamos riendo.
Tenían un convenio con la inmobiliaria de Sitges y por eso estaba allí. Nos iba a enseñar aquella masia la semana próxima, sólo que nos adelantamos...
 
Cuando acabamos la visita no tuvo que interrogarme ya que le advertí en tono enérgico:

-Ni se te ocurra enseñar esta casa a nadie. ¡Nos la quedamos nosotros!

dijous, 3 de març del 2011

De cómo me enamore de esta masía...

No queria viajar a Italia aquel verano. Y paradójicamente, luego, no quería regresar.

Tal vez es porque me gustan las histórias románticas o porqué me las creo, quizás necesitaba apasionarme como una adolescente y enloquecer de ganas de vivir... el caso es que allí me sucedió algo extraordinario. ¿Qué mas puede pedir una inventora de historias de amor que pasearse de la mano de un italiano bronceado por las populosas calles de Venecia?
 
Mientras me hechizaba mi propia historia no podia dejar de pensar que no quería llevarme un souvenir de Venecia, sino a él, encogido dentro de mi pequeña maleta.

-Yo vengo- dijo él. Y luego preguntó: ¿De qué viviremos? Y no se nos ocurría nada, ni un brotecito de idea para poder estar juntos sin morir en el intento.
Un día, nos invitaron a cenar en un agriturismo; al norte de Venecia, cerca de los lagos que se arrastran hacia Austria como enormes espejos azules. Era verano, el cielo estaba tachonado de estrellas, la noche olía a hojas frescas, a velas, a risas y a jazmín florido.

Las hojas de los castaños se revolvian con el frescor nocturno mientras el tiempo se detenia a mi alrededor. En tonces lo supe: ïbamos a hacer un agriturismo, un hotelito romántico, un lugar de ensueño cerca de Barcelona.
-De acuerdo- aceptó mi italiano. Y nos lanzamos a hacerlo.

dimecres, 16 de febrer del 2011

La importancia de los detalles (INTERIOR)

No queria viajar a Italia aquel verano. Y paradójicamente, luego, no quería regresar.


Tal vez es porque me gustan las histórias románticas o porqué me las creo, quizás necesitaba apasionarme como una adolescente y enloquecer de ganas de vivir... el caso es que allí me sucedió algo extraordinario. ¿Qué mas puede pedir una inventora de historias de amor que pasearse de la mano de un italiano bronceado por las populosas calles de Venecia?

Mientras me hechizaba mi propia historia no podia dejar de pensar que no quería llevarme un souvenir de Venecia, sino a él, encogido dentro de mi pequeña maleta.
-Yo vengo- dijo él. Y luego preguntó: ¿De qué viviremos? Y no se nos ocurría nada, ni un brotecito de idea para poder estar juntos sin morir en el intento.
                                         
                     
Un día, nos invitaron a cenar en un agriturismo; al norte de Venecia, cerca de los lagos que se arrastran hacia Austria como enormes espejos azules.   
Era verano, el cielo estaba tachonado de estrellas, la noche olía a hojas frescas, a velas, a risas y a jazmín florido.


Las hojas de los castaños se revolvian con el frescor nocturno mientras el tiempo se detenia a mi alrededor. En tonces lo supe: ïbamos a hacer un agriturismo, un hotelito romántico, un lugar de ensueño cerca de Barcelona.
                                                                                                               
-De acuerdo- aceptó mi italiano. Y nos lanzamos a hacerlo.

habitaciones con personalidad propia (HABITACIONES)



dilluns, 14 de febrer del 2011

Los amigos son siempre bienvenidos... (EL PATIO)


Desayunar en el patio en primavera y verano es una delicia para los sentidos. Y por la noche con las lucecitas disputando protagonismo a la luna y a las estrellas, confiere calma y bienestar...